El cardenal y arzobispo de Toledo don Gregorio Mª Aguirre García nació en Pola de Gordón (León) el 12 de marzo de 1835. Sus padres fueron Tomás Aguirre y Anastasia García. Realizó sus primeros estudios en el Colegio de San Antonio de La Pola. Seguidamente pasó a realizar estudios superiores de Filosofía y Teología en el seminario de León. A los veintiún años ingresó en la Orden franciscana, en el Colegio de Misioneros para Extremo Oriente, de Pastrana (Guadalajara), donde vistió el hábito el 24 de abril de 1856 y profesó el año 1857. Recibió la Ordenación sacerdotal en 1859 de manos del también franciscano cardenal Fray Cirilo Alameda y Brea, arzobispo de Toledo.
Dedicado totalmente a sus estudios y vida religiosa, avanzó rápidamente tanto en su Orden como en la Iglesia asumiendo diversos cargos y tareas de responsabilidad. En 1861 fue nombrado lector de Filosofía. Al año siguiente pasó a Filipinas y presidió la IV Misión. Durante la travesía por el cabo de Buena Esperanza explicó el último curso de Teología moral a los teólogos. A los veintiún días de su llegada, se embarcó de nuevo para España, donde continuó explicando Teología hasta 1867, en que fue nombrado rector del Colegio de Consuegra (1867-1870) y, más tarde, de Pastrana (1870-1876), de Almagro, en 1878, y de La Puebla de Montalbán, en 1881. Fueron estos años cuando, tanto en Consuegra como en Pastrana, destacó por su caridad y atención a las necesidades de los más desfavorecidos y salvando de una muerte casi segura a numerosas personas acosadas por partidas carlistas que merodeaban por la comarca consaburense.
Sabedor el Gobierno de su actuación, doctrina y actuación pastoral fue presentado para obispo de Lugo y preconizado por León XIII en el Consistorio del 27 de marzo de 1885. El 21 de junio sucesivo recibió la consagración episcopal de manos del Nuncio de Su Santidad. en España, Mons. Mariano Rampolla, en la iglesia de San Fernando de las Escuelas Pías, de Madrid, asistido por Benito Sanz y Forés, arzobispo de Valladolid, y por Tomás Jenaro de Cámara y Castro, obispo de Salamanca. En agosto del mismo año tomó posesión de la diócesis, donde desarrolló una fecunda tarea, pues visitó dos veces todas las parroquias, celebró concurso a curatos, hizo el arreglo parroquial, formó y publicó un nuevo arancel de derechos parroquiales y celebró un Sínodo diocesano, cuyas Constituciones publicó en latín. Asimismo, tomó parte en la redacción del Concilio Provincial de Santiago de Compostela y preparó la celebración del Congreso Eucarístico. También dedicó largas horas al confesonario y a la predicación, a la que dedicaba todas las tardes de la Cuaresma y muchos domingos del año en los templos de la ciudad de Lugo. En obras materiales su empuje fue también notable, pues levantó el nuevo Seminario Diocesano, consiguió el restablecimiento de la Orden franciscana en la ciudad, la instalación de las Hermanitas de los Pobres y planeó la creación de una industria para dar trabajo a sus diocesanos, que no pudo realizarse por su traslado a la sede de Burgos.
El 18 de mayo de 1894 fue nombrado arzobispo de Burgos. Tomó posesión de la archidiócesis el 25 de agosto siguiente y, también como en Lugo, desplegó una gran actividad apostólica, visitando por dos veces todas las parroquias de su dilatada archidiócesis. Estableció la Universidad Pontificia con las tres Facultades de Filosofía, Teología y Derecho Canónico; erigió el nuevo Seminario de San José para jóvenes pobres; embelleció la catedral con la reforma del altar mayor, la restauración de la capilla del Condestable, el claustro y la artística vidriera del mismo.
En 1898 convocó y presidió el I Congreso Católico Provincial de Burgos; tomó parte activa en la preparación y trabajos del V Congreso Católico Nacional, celebrado en 1899, y celebró Sínodo Diocesano en septiembre de 1905. Hallándose la diócesis de Calahorra y La Calzada vacante desde hacía ya ocho años por traslado del prelado Mons. Antonio Mª Cascajares y Azara a Valladolid, el 15 de diciembre de 1899, fray Gregorio Aguirre fue nombrado Administrador apostólico. Tomó posesión de esta sede el 2 de enero de 1900, y la administró hasta el 7 de septiembre de 1909.
Aquí abrió concurso a curatos en 1905, celebró Sínodo Diocesano en septiembre de 1905, adquirió y levantó multitud de casas rectorales, proveyó las parroquias vacantes, patrocinó la fundación de muchos Círculos Católicos y, con su ayuda económica y moral, dio vida a los Círculos de Logroño, Aldeanueva, Santo Domingo de la Calzada y Calahorra.
El 15 de abril de 1907, el papa san Pío X lo creó cardenal de la Iglesia, asignándole el título de san Juan ante Portam Latinam, y le incorporó como miembro de las Congregaciones de Obispos y Regulares, Ritos, Indulgencias y Reliquias.
El 29 de abril de 1909, dos años más tarde de su nombramiento como cardenal, fue nombrado arzobispo de Toledo y Primado de España y, al mismo tiempo, Patriarca de las Indias Occidentales. Su pontificado en Toledo coincidió con unos años de profundas transformaciones y cambios: importante incremento de la población, modesto desarrollo económico, expansión de la red ferroviaria y carreteras, mejor comunicación y movilidad entre las gentes, tensas y conflictivas relaciones laborales, revisión de la doctrina laboral y radicalización de los procedimientos de protesta, enfrentamientos entre la educación laica y la llamada confesional y una diócesis que había puesto ya las bases institucionales para afrontar una reorganización de la diócesis de acuerdo con los tiempos y las directrices pontificias. La archidiócesis primada seguía siendo la mayor demarcación eclesiástica de España con veintiocho mil ciento noventa kilómetros cuadrados. En su primera carta pastoral, el cardenal Aguirre se felicitó por volver a una tierra bien conocida por él, por haber pasado en ella años de formación y apostolado como religioso. Su programa lo cifraba en proseguir la labor de sus antecesores, con especial dedicación al Seminario; potenciar las comunidades de regulares como eficaces auxiliares en la pastoral y atención a las personas; luchar contra la “propagación de la impiedad” por medio de las buenas lecturas, y favorecer la enseñanza católica en las escuelas.
Pero, ciertamente, el cardenal toledano Aguirre García es conocido sobre todo por haber sido el impulsor del Apostolado social católico organizado y dirigido por la jerarquía en los años de la recepción de la encíclica Rerum novarum en España, de los Congresos Católicos y de la celebración de las Semanas Sociales. En este contexto se inscribe la decisión de Pío X de encomendar al cardenal Aguirre la tarea de aplicar en España el modelo de la Acción Católica, tal y como funcionaba en Italia. El Boletín Oficial de la Diócesis insertaba en sus páginas las Normas de Acción Católica y Social en España, se estructuraba el consejo diocesano en Toledo y se marcaban directrices para el clero con el objetivo de que se fundasen en los pueblos Cajas Rurales y Sindicatos Agrícolas. El Seminario de Toledo fue el primero en establecer, en 1901, la asignatura de Sociología y, en 1910, el cardenal Aguirre propició su estudio en todos los seminarios españoles. Ciertamente, en un pontificado tan corto, de cuatro años, con un arzobispo cuya naturaleza estaba ya gastada y quebrantada, tan solo se pudieron empezar muchos proyectos. Serían sus sucesores, especialmente el cardenal Guisasola, quienes los podrían en práctica.
En el mes de septiembre de 1913 la salud del cardenal se fue debilitando cada vez más y la petición de oraciones era constante. Falleció en Toledo, el 9 de octubre de este año de 1913. Recibió cristiana sepultura en la Catedral Primada, en una tumba situada a la entrada de la Capilla de Ntra. Sra. del Sagrario, a continuación de la del cardenal Luis Manuel Fernández Portocarrero (Hic iacet pulvis, cinis et nihil). Impresionó conocer después que no dejó bienes y que fue enterrado de limosna, disponiendo en el testamento que en la oración fúnebre el predicador se abstuviese de toda alabanza.
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