El cardenal y arzobispo de Toledo don Victoriano Guisasola y Menéndez nació en Oviedo el día 21 de abril de 1852. En el Seminario diocesano estudió Humanidades, Filosofía y algo de Teología. Al cerrarse éste centro a causa de la Revolución de 1868, pasó a la Universidad de Santiago de Compostela donde terminó los estudios de Teología, consiguiendo el título de licenciado, igualmente en Derecho Civil y el doctorado en Derecho Canónico. Ya en la época de sus estudios superiores destacó por su gran capacidad expositiva colaborando activamente en los periódicos La Unidad, El Noticiero de Asturias y El Eco de Asturias, con artículos en defensa de la Iglesia, combatida por los liberales anticlericales e intolerantes.
En 1876 fue ordenado presbítero por su tío paterno, Mons. Victoriano Guisasola y Rodríguez, obispo de Ciudad Real y Prior de las Ordenes Militares, de reciente creación como Prelatura nullius, de la que era su primer obispo. En esta diócesis, es nombrado primero beneficiado y después canónigo doctoral de su Catedral y catedrático de Derecho Canónico en el Seminario de la capital del Priorato. Ejerció de fiscal y de vicesecretario del Priorato de las Ordenes Militares, enseñando derecho canónico en el Seminario y promocionando la enseñanza del catecismo. Al ser trasladado su tío a la diócesis de Orihuela como su Obispo, en 1882, se marcha con él, siendo nombrado secretario y provisor. Y, al ser nombrado después Mons. Guisasola y Rodríguez arzobispo de Santiago de Compostela, le acompaña también como secretario, recibiendo el nombramiento de canónigo maestrescuela y ejerciendo tras el fallecimiento de su tío don Victoriano como Vicario Capitular.
El 15 de junio de 1893, don Victoriano Guisasola es nombrado obispo de Osma por el papa León XIII. Allí renovó los estudios en el Seminario y los reforzó con asignaturas de tipo científico como Ciencias Naturales, Física y Química, y con la potenciación de las lenguas latina, griega y hebrea.
Cuatro años después, el 19 de abril de 1897 es trasladado a la sede episcopal de Jaén. Su juventud, dinamismo, capacidad intelectual y dotes de gobierno tuvieron ancho campo de actividad pastoral en esta vasta diócesis andaluza en la que, a poco de tomar posesión, comenzó la construcción de un Seminario Conciliar con el título de San Eufrasio.
Y, también cuatro años más tarde, el 16 de diciembre de 1901, es nombrado obispo de Madrid-Alcalá, tomando posesión de su nueva sede en la capital de España el día 29 de marzo de 1902, pero su pontificado fue muy breve en esta sede.
El 14 de diciembre de 1905 era trasladado a Valencia como nuevo arzobispo de esta archidiócesis. En Valencia tuvo unos comienzos difíciles porque la archidiócesis valentina había estado vacante de hecho durante casi tres años, ya que el arzobispo preconizado, fray Bernardino Nozaleda y Villa, OP, antiguo arzobispo de Manila, nunca llegó a posesionarse de ella debido a las violentas agitaciones callejeras provocadas por anarquistas, socialistas y republicanos, que acusaban a Mons. Nozaleda de responsabilidades por la pérdida de las islas Filipinas. A todo ello se unió la precipitación del Gobierno, que quiso imponer el nombramiento de Mons. Nozaleda por la fuerza, sin conseguirlo, por lo que éste tuvo que renunciar al arzobispado valentino antes de llegar a tomar posesión de él.
En esta tensa situación sociopolítica llegó Mons. Guisasola, quien tuvo un primer conflicto agravado a los pocos meses de su entrada en la diócesis porque el 27 de agosto de 1906 el conde de Romanones, nuevo ministro de Gracia y Justicia, dio una real orden relativa al matrimonio civil, que fue rebatida enérgicamente por Mons. Guisasola con una circular en la que denunció la violación de los derechos de la Iglesia y, en concreto, del artículo 11 de la Constitución de 1876, que reconocía oficialidad estatal a la religión católica. Había comenzado entre tanto el nuevo arzobispo a realizar la visita pastoral y se hallaba en Alcoy, en pleno verano, cuando sucedieron estos hechos. Tanto en aquella ciudad como en Valencia se produjeron manifestaciones contra el nuevo prelado y éste, en lugar de regresar a la capital, prefirió marchar a Madrid para evitar alteraciones del orden público. Controlada la situación, el gobierno que presidía el general López Domínguez le invitó a regresar a Valencia, pero el arzobispo se negó porque no confiaba en las prometidas garantías de seguridad que le daban las autoridades civiles. Quedó vacante entre tanto el Arzobispado de Sevilla, por el fallecimiento repentino del valenciano don Salvador Castellote Pinaza, muerto en la catedral de Jaén cuando se despedía de sus diocesanos, y Mons. Guisasola pidió el traslado a la sede hispalense, que no le fue concedido.
El problema personal de Mons. Guisasola se convirtió en cuestión política nacional porque las autoridades de Madrid comprendieron que, con el pretexto de la carta pastoral del arzobispo, los republicanos exaltados lanzaban un reto al Gobierno provocando una crisis política sin precedentes. Por ello, el mismo Gobierno mantuvo su actitud, secundado por la Santa Sede, para que Mons. Guisasola regresara a Valencia. Sin embargo, esto sólo se pudo conseguir el sábado 23 de febrero de 1907, cuando el nuevo Gabinete, presidido otra vez por Maura, decidió acabar con la insurrección valenciana y proteger el retorno del arzobispo. El gravísimo conflicto de Guisasola tuvo sus orígenes en su mismo nombramiento, pues fue visto con desagrado por los republicanos, que le consideraban representante de los políticos más conservadores, y por otros partidos que le acusaban de hacer propaganda maurista en sus escritos pastorales.
Amplios sectores católicos y del mismo clero valentino no consiguieron conectar con el Prelado, al que se le reconocían virtudes y cualidades, pero también incapacidad para captar los problemas de Valencia. Con estos precedentes y ante la gravedad de la situación política y social, la misión de Mons. Guisasola resultó muy difícil. Sin embargo permaneció en Valencia casi otros ocho años más y su ministerio episcopal fue muy positivo, porque promovió la incipiente Acción Católica e impulsó otras asociaciones confesionales: la Congregación de los Luises; la Unión de Damas de Intereses Católicos; la obra del Avemaría, que más tarde se convirtió en congregación religiosa, fundada por el canónigo Miguel Fenollera; la Congregación del Magisterio; el Ateneo Pedagógico para la formación de los maestros de enseñanza primaria, que editaba la revista El Educador Contemporáneo; la Congregación Sacerdotal con su círculo de estudios sociales; la Unión Apostólica del Clero; la Congregación de Ejercicios Espirituales de Agullent; la Liga Eucarística y la Liga de Defensa del Clero y el Sindicato de la Aguja, animado por el canónigo Manuel Pérez Arnau. Restauró las colegiatas de Játiva, Gandía y San Bartolomé de Valencia y aprobó la pía unión, llamada Operarias Catequistas de Nuestra Señora de los Dolores, fundada en Alacuás por Josefa Inés Campos Talamantes. En todas las diócesis por las que pasó Mons. Guisasola se preocupó de elevar el nivel intelectual y moral del clero, desprestigiado por su ignorancia y víctima de los vaivenes políticos.
El 10 de enero de 1914, es nombrado por el papa san Pío X arzobispo de Toledo y primado de España, a los que se añadían por tradición los títulos de Patriarca de las Indias Occidentales y de Canciller Mayor de Castilla. Unos meses más tarde, el 25 de mayo de 1914, era nombrado también por el papa san Pío X, poco antes de su muerte, cardenal de la Iglesia con el título presbiteral de los Cuatro Santos Mártires Coronados. El 1 de junio de 1914 año tomaba posesión de la sede primada de Toledo.
En Toledo se distinguió por su preocupación pastoral por la disciplina del clero, por su formación intelectual y modernización, y por el impulso que dio a la acción social y al desarrollo de los sindicatos católicos obreros. Desarrolló también un fecundo apostolado en todos los ámbitos y promovió la organización de los católicos y su presencia en la vida pública, así como la fundación de la Acción Católica femenina en 1919. Durante su pontificado proliferaron en toda la diócesis los sindicatos católicos agrarios, las cajas de ahorro y las sociedades de socorros mutuos. Constituyó la Junta Diocesana de la Buena Prensa y estimuló la difusión de hojas parroquiales en todas las parroquias del arzobispado.
El cardenal Guisasola en cumplimiento de las condiciones de la realización de la Visita ad limina, presentó a Roma un Informe sobre el estado de la diócesis, fechado en Toledo el día 31 de abril de 1917. Es el primer Informe de la archidiócesis de Toledo que aparece redactado a máquina. Está escrito en latín y consta de 22 páginas. Existe un resumen del Informe en latín realizado a mano, en cinco páginas. Al final aparece la firma autógrafa del Arzobispo y su sello episcopal en tinta. La visita a las Basílicas Apostólicas de San Pedro y San Pablo se realizó el 3 de marzo de 1917. La respuesta desde Roma al contenido del Informe, escrita también a máquina, tiene fecha de 3 de abril de 1919.
Escribió numerosas y extensas cartas pastorales, sobre todo las que se refieren a temas sociales, siguiendo fielmente las orientaciones pontificias de san Pío X y de Benedicto XV. Fue senador del reino y correspondiente de la Real Academia de la Historia y de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Sin embargo, Mons. Guisasola no siempre contó con el apoyo y la comprensión de sus hermanos en el episcopado, que consideraron excesivas algunas de sus iniciativas en el campo sociorreligioso.
Murió en Madrid, en el Palacio de la Cruzada, el 2 de septiembre de 1920, siendo enterrado por voluntad propia en la Capilla del Seminario Conciliar de Toledo.
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