Asell Sánchez es un joven periodista cuyo rostro es conocido porque llega a nuestros hogares a través del programa Misioneros por el Mundo de TRECE televisión.
Su itinerario de fe está vinculado con la parroquia de San Esteban, protomártir, de Mocejón, su lugar de origen. En la actualidad nos ayuda a conocer de cerca los distintos proyectos misioneros liderados por los hombres y mujeres que se embarcan en la Misión.
Ahora, desde Colombia, donde se encuentra trabajando en su programa televisivo, responde a unas preguntas que nos ayudan a entender aún más la ingente labor de los protagonistas de esta Jornada del Domund.
.- ¿Cómo comenzó tu andadura como presentador en el programa televisivo “Misioneros por el Mundo”?
Comencé hace aun año. El 2 de octubre de 2017 realizamos el primer viaje.
Fue de casualidad. La compañera que hacía el programa no podía ir al siguiente viaje porque tenía una boda muy importante. Yo entonces estaba trabajando en los informativos de TRECE, cubriendo el Congreso de los Diputados. Hablando con ella, sobre su experiencia en Bolivia, me dijo “¿Oye, a ti no te apetece hacer algún viaje?” Y no me lo pensé, dije que si. Desde muy pequeño he sentido curiosidad por saber cómo es la vida de los misioneros y de los cooperantes. Cuando veía programas en televisión sobre el tercer mundo o sobre países en los que había catástrofres naturales, me planteaba el poder colaborar de alguna manera.
.- ¿Ha marcado un punto de inflexión en tu vida este programa?
Si, hacer este programa es un regalo. Me ha enseñado a tener más paz, a pensar más en hoy que en mañana. Ahora me noto con más serenidad, intento no dar importancia a las cosas que no la tienen y conformarme con lo que tengo. Estos viajes no te cambian la vida porque cuando llegas a España tienes que seguir y no puedes vivir como se vive en la misión. Pero si que te deja un poso.
.- ¿Muchos países y proyectos conocidos hasta el momento?
Hemos estado en 6 países: Angola, Japón, Camerún, Filipinas, Panamá y Colombia. Teniendo en cuenta que en cada viaje entrevistamos a una media de 12 misioneros, hemos conocido ya 72 proyectos.
.- ¿Qué subrayas, desde tu experiencia en el trato con los misioneros, sobre el ritmo de vida que ellos llevan?
Lo que más me impacta es su alegría, su vitalidad y su entrega a los demás. Cuando viajamos, nosotros no vamos a hoteles, vivimos con ellos, en sus casas.
Son los misioneros los que nos recogen en los aeropuertos. Nosotros nos adaptamos a su ritmo diario y a su forma de vida. Nos despertamos a la hora que ellos, normalmente a las 5 de la mañana. Ahí comienza nuestro trabajo. Lo más importante es empatizar con la persona que vas a entrevistar y ponerte a su disposición, intentar ponerte en su lugar para que el programa que hacemos sea lo más real posible. Intentamos transmitir lo que vivimos con ellos y cómo es su día a día.
La convivencia que tenemos con los misioneros se convierte en algo muy especial, se suele crear un vinculo muy bonito. Nos dan lo mejor que tienen, y en muchas ocasiones no tienen mucho, pero es suficiente. Para que os hagáis una idea de como viven, hay veces que no tienen agua corriente, ni electricidad. Nos bañamos con un cubo.
.- ¿Y sobre sus trabajos y proyectos de evangelización?
Sus proyectos de evangelización y solidaridad son una maravilla. Lo más importante es que, independientemente de la obra social que tengan (un colegio, hospital, residencia de ancianos, hogar para niños, etc.), su objetivo es dar dignidad a las personas y encontrar a Jesucristo entre los más pobres. Su amor a Dios y su fe les hace no ver obstáculos y siempre buscar una solución. Son personas que tienen mucha paz y están convencidos de la providencia de Dios. Se adaptan a lo que tienen en cada momento. En algunas ocasiones, solo con su presencia, con su ejemplo, ya están evangelizando, no hace falta más.
.- ¿Cómo calificarías a esos hombres y mujeres con los que te toca compartir muchas horas del día?
Los misioneros son personas sencillas con un corazón enorme. Son especiales, se olvidan de ellos para darse a los demás sin esperar nada a cambio. Lo hacen incluso con nosotros, nos abren las puertas de su casa sin conocernos. Solo piensan en poder mejorar la vida de los que tienen al lado y acercarles la Palabra de Dios.
.- ¿Algún proyecto o experiencia que te haya impactado sobremanera?
Todos los proyectos tienen algo especial pero ahora mismo me viene a la mente el Cottolengo del Padre Alegre, en Buenaventura, Colombia. Es un centro para personas con discapacidad en una ciudad con muchas carencias. Está situado en un barrio muy pobre: las calles son de tierra y las casas de chapa y madera. Ahí tienen la misión “Las Servidoras del Cottolengo”, atienden a 80 chicas, de entre 0 y 40 años, con discapacidad intelectual, física y, algunas, con enfermedades mentales.
Entrar en ese centro no te deja indiferente, ves chicas que no pueden moverse de la cama, otras se manejan en silla de ruedas… pero lo que más impresiona es el amor con el que trabajan las misioneras. Algunas de esas niñas han sido abandonadas porque según sus familias “no sirven”, otras no pueden vivir en casa de sus padres porque no tienen medios, no hay condiciones para vivir allí… y las misioneras les ofrecen un hogar, les dan cariño y no les falta de nada. Hacen tres comidas diarias, tienen terapia y talleres.
Otra experiencia que me marcó fue en Angola, en el pueblo de Bocoio. Hay un Hospital construido por una empresa española en 2008 que no tiene ni agua, ni electricidad. Los médicos atienden a los enfermos con la linterna del teléfono móvil. La farmacia está vacía, no hay medicamentos. Los enfermos tienen que llevar sus propias sábanas, guantes, jeringuillas… no tienen ni servicio de comida, se la lleva su familia. Hay 20 niños por cada habitación, comparten cama incluso. En este Hospital trabajan las Hijas del a Virgen de los Dolores, muchas veces su labor es de acompañamiento, no pueden hacer otra cosa, no hay nada. Y luego nos quejamos de la sanidad en España…
.- Acerca de las personas atendidas por los misioneros, ¿qué destacas de ellas?
Son personas que no saben lo que es el mañana, viven pensando en hoy. Lo más bonito es que, a pesar de lo poco que tienen, te dan todo. Además, son personas con mucha fe.
En Angola por ejemplo, los católicos lo primero que hacen es ir a misa a las 5 de la mañana y después se van a trabajar al campo, pero primero van a la Iglesia.
Encontramos personas que aún siguen teniendo ese sentimiento de comunidad que había antes en España, cuando todos se conocían, se ayudaban, se visitaban… se sienten familia aunque sean vecinos. Se cuidan entre ellos y se hacen favores. También hacen mucha vida de parroquia.
.- ¿Tu mensaje en esta Jornada del Domund?
Creo que tenemos que dejar de ser tan individualistas y pensar un poco más en los que tenemos cerca, tenemos que darnos más a los demás, menos prejuicios. Aquellos que tengan cerca algún religioso, si conocen alguna congregación y quieren ayudar, que lo hagan, la ayuda les llega. Y si no conocen a nadie que se dirijan a su Parroquia, a Obras Misionales Pontificias y ahí les van a guiar para poder colaborar. Para los misioneros toda ayuda es poca.
.- ¿Tu mensaje para todos los misioneros con los que has convivido?
Que Dios les de muchos años de vida y mucha fuerza. Son personas que deberían ser eternas.
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