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El Arzobispo de Toledo, Mons. Braulio Rodríguez Plaza, presidía la Santa Misa en la Catedral Primada durante la mañana del pasado 1 de noviembre, solemnidad de Todos los Santos.

Don Braulio comenzaba su homilía evocando los contrastes con los que nos podemos encontrar durante la mañana de ese día de solemnidad: “En la mañana del 1 de noviembre, tempranito, puede uno encontrarse con una escena curiosa: una señora que camina con paso rápido a buscar el pan para su familia y, de paso, dirigirse al Cementerio con flores para poner en la tumba de los suyos; pero también puede verse a un jovenzuelo o un grupo de ellos y ellas, vestidos de vampiros, de calavera con telas de araña, o de calabaza, camino de la cama, después de una noche de acá para allá empleada en los espectáculos del llamado “Halloween”. ¡Qué contraste, verdad!”

 

La santidad, incentivo para la sociedad contemporánea

El Primado hacía hincapié en la visión cristiana de esta celebración:  “Les respetamos, pero no por ello debemos dejar de mostrar cuál es nuestra fe en el destino de los hombres y mujeres que creen en Cristo y mueren, ni hacer ver que la santidad de tantos y tantos es oferta muy buena para esta generación, un poco postcristiana o postmoderna.”

 

Caricatura de una Fiesta de la Iglesia

Igualmente, Mons. Rodríguez Plaza hacía saber que “me apena que hagamos del 31 de octubre y el 1 de noviembre una caricatura de lo que es la fiesta de la Iglesia. Y lo hagamos los que nos llamamos católicos y dejamos la responsabilidad de dar sentido a la vida y a la muerte a nuestros hijos; y no educarlos según Cristo, dejándose guiar por Él, conociendo al Padre de todo consuelo y de todo amor, que tiene entrañas de misericordia con toso lo que le temen y reparte sus dones a cuantos se acercan a Él con un corazón sin doblez.”

 

La solemnidad de Todos los Santos no es el día de los Difuntos

También subrayaba el Arzobispo: “Quiero también incidir en la culpabilidad que tenemos todos en haber hecho del día de Todos los Santos en el Día de los Difuntos.”

En este sentido quiso explicar el sentido pleno de las acciones que se llevan a cabo en los cementerios: “¿Quiero decir que está mal ir a los cementerios, rezar por nuestros difuntos, llevar flores a sus tumbas y ofrecer la oración y oros ejercicios de piedad por ellos el día de Todos los Santos? De ninguna manera. Digo que podemos correr a celebrar en la tarde del día 1 la Misa de Difuntos (…) y no celebrar la Eucaristía de Todos los Santos en este día de fiesta, perdiéndonos la gracia de la hermosa celebración de este día y pareciendo que, con respecto a la suerte de nuestros difuntos, los cristianos pensamos igual que lo que no gozan de nuestra fe y viven sin esperanza. Y luego ocurre lo que ocurre: desaparece la solemnidad de Todos los Santos, porque no hemos estado atentos al calendario de la Iglesia.”

 

Para acceder al texto completo de la homilía del Arzobispo: pinchar aquí.

 

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