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Don Francisco Cerro ha presidido la presentación de la restauración de la Torre de la Catedral Primada

Archidiócesis de Toledo

Las obras, efectuadas en la torre de la Catedral de Toledo durante el año 2019 y parte  del 2020, han sido presentadas esta mañana en el sala capitular de verano del templo  primado, en un acto que ha sido presidido por el Arzobispo de Toledo, Mons. Francisco  Cerro Chaves, que ha estado acompañado por el Deán, don Juan Miguel Ferrer  Grenesche, y los miembros del Cabildo Primado.

Igualmente han asistido el presidente de  Castilla-La Mancha, Emiliano García Page, y la alcaldesa de la ciudad, Milagros  Tolón Jaime. En el acto han intervenido el conservador y restaurador del templo, Antonio Sánchez-Barriga, y el arquitecto Juan Pablo Camblor Echanove, quienes han  explicado las obras realizadas. 

 

 

Esfuerzo del Cabildo Primado

El Cabildo de la Catedral ha realizado un gran esfuerzo económico para afrontar  el importe de las obras, que ha superado el millón de euros, teniendo en cuenta la difícil  situación económica que afronta el templo primado a causa de la pandemia, ya que ha  permanecido cerrado, tanto al culto como a la visita cultural, durante los meses del  confinamiento. Una situación que se ha prolongado en los meses de verano y que se  mantiene en la actualidad, por el bajo número de visitantes. Aún así, consciente del  significado de la Catedral toledana para la ciudad, el Cabildo ha querido finalizar las  obras de la torre y, tras el confinamiento, mantener el templo abierto a la visita turística.  

Al presentar el resultado de las obras de restauración de la torre, el Cabildo desea  manifestar especialmente su recuerdo y gratitud a quien ha sido arquitecto del templo  primado durante más de 20 años, Jaime Castañón Fariña, que dirigió el proyecto y  las obras hasta poco antes de morir por infección de coronavirus, el pasado mes de abril. 

 

La restauración de la Torre 

El día 14 de octubre de 2018, a primera hora de la mañana, una pieza de una de  las cornisas de granito de la torre de la Catedral, se desplomó hacia la calle Arco de  Palacio. Los bomberos realizaron los trabajos de emergencia saneando y desmontando  diversas piezas sueltas. En reunión urgente del Cabildo se decide realizar una inspección  pormenorizada de las fachadas y cornisas de la torre para documentar las lesiones y  procesos patológicos existentes y desarrollar las actuaciones preventivas durante la  inspección, tales como el acuñado o desmontaje de elementos con peligro de  desprendimiento.

Rápidamente se pudo comprobar el avanzado estado de deterioro de muchos de sus elementos.  Detectándose la presencia de fracturas, grietas y fisuras en los sillares pétreos y en  algunos elementos escultóricos. La descomposición de los morteros de juntas y pérdida  de cuñas de sostén entre las piedras provocaron pérdidas con disgregación de la misma  piedra.  

Por tanto, el Cabildo decide encargar un proyecto a su costa, aceptando el gasto  total de la restauración, porque es sensible a la conservación de su arquitectura, sus  obras de arte y ser los guardianes de la herencia de nuestros antepasados.  

 

 

Óptimo resultado

El proyecto encargado a los conservadores de la Catedral fue diseñado  describiendo todos los elementos necesarios para una restauración y consolidación de  todos los componentes, que requieren una estabilización para una conservación eficaz.  El criterio de intervención ha sido principalmente la consolidación, limpieza, protección  y tratamientos biocidas, más la sustitución de elementos de piedra totalmente  disgregados y con pérdida total de volumetría y en otros casos el sellado y cosido de  grietas y fisuras. 

El tratamiento de las juntas, que, en definitiva, son las que consolidan las uniones  entre los diferentes bloques de piedra, se ha realizado con morteros de cal ajustándose  a la tonalidad y textura del entorno pétreo con terminación de línea negra, imitando la  antigua construcción en la fachada. También se apearon las rejas correspondientes a las  ventanas de las campanas a punto de ceder. 

La torre esbelta de nuestra catedral representa un bloque, una forma, una  unidad construida sobre los cimientos íntegros de creencias firmes que van  acompañando su historia, su cultura y el emblema de esta ciudad.  

 

Historia 

La torre de la Catedral de Toledo es una obra comenzada en 1380 por Pedro Tenorio  con piedra berroqueña de la cantera de Guadajaraz, continuada por el Maestro de obras  de la Catedral Alvar Martínez, y rematada años más tarde por Hanequin de Bruselas  durante el siglo XV. Posee una altura de 93 metros.  

Proyectada sobre la antigua capilla de los Reyes Nuevos, se trabajó activamente  hasta alcanzar, en 1428, la franja de piedra de pizarra, que son lápidas reutilizadas,  extraídas del suelo de la anterior capilla. Al año siguiente se ha alcanzado el último  cuerpo, en el que se abren los arcos para las campanas.  

Exteriormente, el cuerpo cuadrado de la torre se divide en seis cuerpos  desiguales. El primero, liso, obra del maestro Alfonso de 1380, en tiempos del arzobispo  don Pedro Tenorio (1377-1399), se diferencia de los demás al estar éstos divididos en  paneles o recuadros. Su planta es cuadrada, con estribos en los ángulos. 

En el segundo cuerpo, ya a cargo de Alvar Martínez, son las columnillas y resaltes  rematadas por un friso de pizarra negra sobre el que van los escudos del arzobispo  Martínez Contreras con cruces y castillos, y otro con un león rampante.  

Sigue un tercer cuerpo que tiene los mismos resaltes de columnas con un capitel  vegetal corrido de piedra blanca de Regachuelo, Encima del capitel, el cuerpo se remata  con un friso de arquillos ciegos apuntados con azulejería valenciana de Manises en azul  y blanco. El cuarto cuerpo continúa con los resaltes, pero es más bajo y se remata con  un friso de sarta de bolas y cabezas salientes de frente. En 1432 se llega al quinto cuerpo,  en el que se abren las ventanas. El conjunto de Alvar Martínez queda rematado con un  último tramo más pequeño en el que resaltan los escudos del arzobispo Juan de  Cerezuela (1434 – 1442).  

A lo largo de los siglos la torre fue restaurada con intervenciones de diversa  índole. El fuego afectó el cuerpo octogonal superior y destruyó completamente el  chapitel, que se restauró en 1682. Más adelante en el siglo XVIII con el cardenal  Lorenzana se pusieron nuevas piedras y posteriormente en el año 1804. Ya en el siglo  XX, dos intervenciones más, una en los años 60 y otra en 1991. 

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