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“Iglesia por un Trabajo Decente”. Escribe el responsable de HOAC en la Archidiócesis

Con motivo de la Jornada Mundial por el Trabajo Decente , que se celebrará el próximo 7 de octubre, el responsable diocesano de la Hermandad Obrera de Acción Católica, (HOAC), Jose María Martín Alguacil reflexiona acerca de esta jornada eclesial.

 

Artículo de Opinión de José María Martín Alguacil

“POR EL TRABAJO DECENTE”

En el año 1999 la Organización Mundial del Trabajo (OIT) planteó la necesidad de luchar por un trabajo decente. Entre otras cosas, la idea supone la posibilidad de pleno empleo, salarios suficientes para llevar una vida personal y familiar digna, la seguridad en el trabajo y la salud laboral, derecho al descanso, a recibir prestación por desempleo, pensiones dignas, libertad de sindicación, capacidad de negociación colectiva, acabar con las discriminaciones en el trabajo, erradicar el trabajo infantil y el trabajo forzoso.

Un año más tarde, el 1 de mayo de 2000, Juan Pablo II, con ocasión del Jubileo de los Trabajadores, hizo un llamamiento para una coalición mundial a favor del trabajo decente alentando así la iniciativa de la OIT y dando un espaldarazo moral a este objetivo.

Pero no es hasta el 7 de octubre de 2008, por iniciativa de la Confederación Sindical Internacional (CSI), que se celebra esta Jornada Mundial.

Benedicto XVI, en la encíclica La Caridad en la Verdad de 2009 (en el número 63) se refiere a este concepto: “Pero, ¿qué significa la palabra decencia aplicada al trabajo? Significa un trabajo que, en cualquier sociedad, sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; un trabajo que, de este modo, haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación; un trabajo que permita satisfacer las necesidades de las familias y escolarizar a los hijos sin que se vean obligados a trabajar; un trabajo que consienta a los trabajadores organizarse libremente y hacer oír su voz; un trabajo que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual; un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación”.

A la vista de la realidad laboral que afecta a tantas personas y familias: paro, precariedad laboral, enfermedades laborales, accidentes y muertes en el trabajo, salarios insuficientes y pobreza aun teniendo empleo, empleos que se organizan contra la familia pues se buscan trabajadores con lastre cero, sin cargas familiares, es necesario avanzar hacia una sociedad donde el Trabajo Decente sea una realidad. Es, además, un compromiso inexcusable de la Iglesia en su conjunto. La dignidad de la persona, imagen de Dios, así lo exige.

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