La Archidiócesis de Toledo ha participado en el Jubileo de los Diáconos celebrado, en Roma, durante los pasados 21 al 23 de febrero. Lo ha hecho a través de la presencia del diácono permanente Cristóbal Bargueño, quien estuvo acompañado de su esposa, Encarnación Martín, durante los actos llevados a cabo en la Santa Sede.
Cristóbal y Encarnación participaban en todos los actos programados, de los cuales indican fueron “una auténtica gracia de Dios”.
Alrededor de 4.000 diáconos permanentes, procedentes de todo el mundo, vivieron esta cita jubilar, acompañados de sus familias; de los cuales, 350 llegaban desde España, según informó el portal de información del Vaticano.
Programa del Jubileo
Los diáconos fueron recibidos en 12 templos de la capital italiana, durante la tarde del viernes 21 de febrero, donde se rezó la Hora Intermedia. Seguidamente, varios obispos dirigieron las catequesis bajo el título de “Signos concretos de esperanza en el ministerio diaconal”, en diferentes lenguas.
La peregrinación a la Puerta Santa de la basílica vaticana de san Pedro se llevaba a cabo durante la mañana del sábado, 22 de febrero. Igualmente, se celebraba, en el Auditorium Conciliazione, el encuentro internacional “Diáconos en una Iglesia sinodal y misionera: ser testigos de la Esperanza”, organizado por el Dicasterio para el Clero. La jornada de ese día concluía con la vigilia de oración, a las 6 de la tarde, en el Aula Pablo VI.
Eucaristía presidida por Mons. Rino Fisichella
La misa conclusiva de este encuentro jubilar fue presidida por Mons. Rino Fisichella, pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización, por delegación del Papa Francisco, en la Basílica de san Pedro, durante la mañana del domingo, 23 de febrero, momento en el que 23 varones recibieron la ordenación diaconal.
El arzobispo Fisichella invitaba a todos los diáconos participantes a comprometerse en ver en todos “incluso en quien se equivoca y causa sufrimiento”, una hermana y un hermano “heridos en el alma”, y por tanto necesitados más que nadie de “reconciliación, guía y ayuda”.
El prelado, leyendo la homilía del Santo Padre, expuso numerosos pasajes evangélicos en los que Jesús habla de sí mismo bajo esta luz: después de haber lavado los pies a los apóstoles, al instituir la Eucaristía y cuando, camino de Jerusalén, a los discípulos que discutían entre sí sobre quién era el más grande, les había explicado que «el Hijo del hombre […] no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».
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