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Palabras del Cardenal Cañizares al finalizar la Misa en rito hispano-mozárabe

El cardenal D. Antonio Cañizares ha participado en la celebración eucarística del Corpus Christi, según el calendario de la liturgia en rito hispano-mozárabe. Ha sido invitado por el arzobispo de Toledo con motivo del 25 aniversario de ordenación episcopal.

Al finalizar la Misa se ha dirigido a todos los presentes en la Catedral Primada con las siguientes palabras:

Mi querido hermano Sr. Arzobispo, D. Braulio, mis queridos hermanos obispos, D. Ángel y D. Ángel, muy estimadas y dignas autoridades, muy queridos toledanos y personas que habéis venido aquí en este día de Corpus.

Doy gracias a Dios y a mi querido hermano D. Braulio, por haberme traído a esta fiesta para adorar y dar gracias con vosotros al Cuerpo de Cristo que se entrega por todos los hombres.

Un año más, en Toledo, se reaviva lo que lleva en su entraña más propia y profunda: la fiesta del Corpus Christi. Y así su fe eucarística es vuestro mejor y más inabarcable tesoro, vuestra más grande riqueza. Es el misterio que, con tan singular esplendor e inigualable belleza, celebráis en Toledo, donde se concentra y resume toda la historia de Dios con el hombre: la entera historia de amor de Dios con los hombres, así como la grandeza y dignidad de todo hombre, así querido y amado.

En este Cuerpo que se pone a la adoración y contemplación de todos está el acontecimiento central de la historia del mundo y que atañe de manera tan decisiva y única a cada hombre. Aquí está el Amor de los amores. La Eucaristía es fuente de amor, de servicio, de apostolado. En la medida en que nos alimentemos de Cristo y estemos enamorados de Él sentiremos también dentro de nosotros, el estímulo de llevar a los demás a Él porque no podemos guardar para nosotros la alegría de la fe; debemos transmitirla.

Sin la Eucaristía no habrá vida ni vida de caridad en la Iglesia. Debilitar la fe eucarística es debilitar el testimonio del Evangelio, el Evangelio de la Caridad. Por eso damos gracias a Dios y adoramos el Cuerpo de Cristo y unidos a Él le pedimos fervientemente que aumente en nosotros su caridad, su amor que se entrega por todos, sin exclusión de nadie, especialmente en favor de los más pobres y los últimos.

Que Dios nos conceda ser testigos de este amor y así transmitiremos al mundo la gran noticia, la única noticia que merece la pena: que Dios nos ha dado a su Hijo, que nos ha amado hasta el extremo y nos ha dado a su Hijo para que nos amemos unos a otros con el mismo amor suyo que no excluye a nadie.

¡Gracias Señor!

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