A continuación, las palabras del saludo del Santo Padre a los peregrinos de Cáritas Diocesana de Toledo.
Querido hermano, señoras y señores:
Al recibirlos en esta casa del Apóstol, he querido unirme a su acción de gracias por los sesenta años de servicio de caridad en la Iglesia de Toledo. Un compromiso que, según he podido observar, va más allá del bien concreto que se le puede hacer a una persona, asumiendo el desafío de ser motor de cambio dentro de la sociedad mediante la difusión del espíritu de caridad y justicia, para despertar en todos los que tengan buena voluntad una conciencia más fraterna.
De ese modo, no son sólo un ejemplo de civismo y filantropía, sino que se convierten en instrumentos de evangelización, a través del lenguaje universal de las obras de caridad, un idioma comprensible para todos, escrito con el testimonio y el esfuerzo de todos los agentes de Cáritas, comprometidos con Jesucristo y con su Evangelio.
Una meta, ciertamente alta, que se realiza por medio del trabajo artesano de cada uno de los responsables de la acción sociocaritativa, a partir de una formación humana y espiritual que les permita confrontarse sólidamente con los problemas sociales, siempre cambiantes, a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia. Sin olvidar jamás el espíritu de colaboración y sinodalidad con todas las realidades pastorales que conforman el conjunto de la Iglesia diocesana.
Queridos hermanos y hermanas, los animo a seguir adelante en este esfuerzo, aprendiendo siempre de Cristo, en el libro vivo de la oración, de la lectura de su Palabra, de la vivencia de los sacramentos, de la escucha atenta a la voz de sus Pastores y de su presencia en la Eucaristía y en aquellos a los que sirven. Sean maestros de esta sabiduría que el mundo tanto necesita. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí, que lo necesito mucho.
Que Jesús, en cada persona que no tiene donde reclinar la cabeza, los bendiga, y la Virgen Santa, en aquellas que no encontraron quien las acogiera, los acompañe siempre. Gracias.