Esperanza Gómez-Menor es una de las pertenecientes al grupo de mujeres separadas “Santa Teresa”, quienes fueron recibidas, en audiencia privada, por el Papa Francisco, en el año 2017.
Con ocasión de la pérdida del Santo Padre comparte un breve testimonio-recuerdo de la experiencia vivida, junto al Papa.
A pesar de los nervios por la antelación, nunca imaginé todo lo que me fue regalado en la audiencia privada que el Papa Francisco concedió al Grupo Santa Teresa el 26 de junio de 2017.
Aunque nunca me sentí marginada por la Iglesia, esa audiencia fue el abrazo real del sucesor de San Pedro, una acogida, una manera de decir: “os veo y os valoro”.
Allí aprendimos sobre las heridas y sus cicatrices: nos habló de llevarlas con dignidad porque significan un camino, una vida que nos trae acá… Aprendimos sobre el perdón: la importancia de descargar “la mochila” de rencores y resentimientos… Aprendimos del amor: a la familia, a los amigos, a la Iglesia, al prójimo y a Dios…
Nos enseñó a predicar el Evangelio, día a día con nuestros actos, y si es necesario, con las palabras. Esta frase es de San Francisco de Asís, y el Papa Francisco la hizo presente hasta el último momento de su vida. “Nuestro” Papa quiso mostrarnos cómo, poniendo a Cristo en el centro de nuestras vidas, conseguiríamos ser felices.
Gracias, Santidad, rezamos por usted. Saludos al cielo.
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